31.12.19

Evitar el lugar común

En plena Feria Internacional del Libro de Venezuela Filven 2019, el periodista Roberto Malaver invitó a varios amigos y amigas para que le proporcionara cinco títulos de libros “que valga la pena leer” para la edición de Ciudad CCS. Esta fue la lista que envié: El hombre en el castillo, de Philip K. Dick; El sueño eterno, de Raymond Chandler; Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado; Ampliación del campo de batalla; de Michel Houellebecq; Kraken, de China Mieville. Luego, no es que me arrepentí, sino que pedí que incluyera Lope de Aguirre. Príncipe de la libertad, de Miguel Otero Silva, por Kraken.

Acabo de finalizar La piedra que era Cristo, de MOS, y la verdad es que vale la pena leerla también. Así como Los siete locos, de Roberto Arlt; Gutiérrez a secas, de Vicente Battista, o cualquier novela de Osvaldo Soriano, desde Triste, solitario y final hasta La hora sin sombra (después de Otero Silva he nombrado autores argentinos y puedo nombrar más: Ricardo Piglia, Juan José Saer, Rodolfo Walsh, Guillermo Martínez, Pablo De Santis, Angélica Gorodischer, entre otros que se me escapan). Pero eran sólo cinco títulos. Mencioné a esos porque daba por descontado que alguien nombraría a Julio Cortázar, Alfredo Bryce Echenique o Gabriel García Márquez.

No es cuestión por sobresalir, sino que cuando me convocan a estas listas recuerdo una conversación que sostuve con Earle Herrera en el cafetín de la AVP –por aquella época era su alumno en la Escuela de Comunicación Social de la UCV (bueno, para ser más exacto, sigo siendo su alumno)–. Él era columnista de El Nacional y le habían contratado para hacer una nota periodística sobre algunos partidos del Mundial de Fútbol 1998. La conversación que sostuvimos fue porque debía escribir sobre el partido Argentina-Inglaterra.

Earle estaba verdaderamente preocupado por esa cuartilla y media (ahora sería unos 2 mil caracteres) porque no quería que su titular, ni su premisa se repitiera en otra nota en la página de la sección “Deportes” de El Nacional ni en otros periódicos. El lugar común es muestra de un pésimo periodismo y él, como buen periodista, siempre evita pisar esos terrenos. Así que esquivó las palabras “guerra”, “batalla”, “Malvinas”, “Falkland”, y las frases “Mano de Dios”, “12 años no son nada”, “Batistuta vs Beckham”. El texto saldría el mismo día del partido en disputa para “orientar” al lector aficionado. Ahora no recuerdo el título, lo que sí me quedó fijo en la memoria de la nota periodística, que sin perder la esencia de ser de este continente e ir por Argentina, fue la admiración por un muchacho de apenas 18 años, delantero de Liverpool, que le imprimía a su equipo nacional una velocidad inaudita. Ese Aquiles de pies ligeros, al que llamaban “El niño de oro”, era Michael Owen. Y en ese partido, deslumbró.

Ustedes se preguntarán: “¿A cuenta de qué viene toda esta perorata sobre el ‘lugar común’?”. No se apresuren, porque por estas fechas suelen salir las listas de los libros del año o de la década, ya que empezamos otra, la del 20. Revisé las del periódico La Vanguardia y El País, ambos de España. La diferencia: una ambiciosa, otra con pretensiones de ser exhaustiva. Al final, lista es lista.

La Vanguardia convoca a 30 escritores, críticos y periodistas para escoger 12 obras, y termina mencionando unos 120 títulos. Patria, de Fernando Aramburu, es considerada la novela de la década; y, adicional, te invitan a leer la tetralogía del Cementerio de los libros olvidados, de Carlos Ruiz Zafón; y La uruguaya, de Pedro Mairal. El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq, es la única que leí de la lista de estos 30 “expertos” de la literatura.

El País propone los 50 mejores libros de 2019 y entre 60 críticos y escritores destacó Lluvia fina, de Luis Landero. Entre ambas listas, que aunque una es de este año y la otra de una década, sólo repite Mi lucha, de Karl Ove Knausgård, y los autores Ian McEwan y Peter Handke, por obras diferentes, ambos.

Una selección muy europea, que intenta mirar hacia otros lugares, en especial, a Latinoamérica. Por la propaganda que hicieron a una autora y a un autor venezolano en España como la promesa de la literatura del “exilio” en este último año de la década, no aparecieron en la lista de ninguno de los dos periódicos, a pesar de que hacen énfasis a la literatura internacional (es decir, la de autores no españoles). Seguramente, en las redacciones de la sección “Cultura” estarán diciendo que es imperdonable que después de tanta propaganda, ninguno haya coincidido en preferencia por estos autores. Sólo se hace mención a Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo XX que tiene 1.176 página y me cuentan que no tiene ni un solo poema del poeta Gustavo Pereira, que indiscutiblemente es unos de los grandes de la poesía venezolana del siglo pasado y de este que corre. Pero a juzgar por el título, ni el poeta ni su poesía tiene “rasgo común” con los que allí se incluyen.

En el periodismo se evita el “lugar común”. En la literatura, en las antologías de cierta poesía y, en especial, de ciertos poetas, el “rasgo común” se celebra. Sin comentarios.