15.6.11
John Reed por asalto
Esa fue la primera vez que sintonicé y me desvelé por una premiación del Oscar y vistos los resultados, lo dejé de hacer. En ese momento comprendí que todo estaba arreglado para que Reds no ganara. Sin embargo, luego consideré que fue un logro que Hollywood financiara una película de más de tres horas que trataba la vida de John Reed: un periodista estadounidense comunista que escribió sobre la Revolución Bolchevique —además de la Mexicana— y que al final muere de tifus en la Unión Soviética y es enterrado en el Kremlin.
Aunque el filme no era de culto, fue difícil consiguir a alguien para que me acompañara al cine a ver una película que nadie había visto ni recomendado. Esta sería la segunda que veía con la sala completa para unos pocos. La primera fue Manhattan, de Woddy Allen.
Con esta obra de Allen aprendí a no dar detalles que reflejaran los gustos propios porque una compañera de clase a la que siempre miraba embelesado llegó a preguntarme qué había hecho el fin de semana. Mirándola a los ojos y pensando en cómo besarían sus labios, le dije: Manhattan. Ella se sorprendió porque no la había visto y la descartó inmediatamente cuando le comenté que era en blanco y negro. También me descartó a mí con una sonrisa incómoda y buscó conversación con el primero que se acercó a nosotros. Sólo me faltó tropezar con un pupitre.
Reds es a color y el rojo no es lo que predomina como algunos podrían pensar. Betty logra retratar, más que a un hombre con pasiones y contradicciones, a una época en que el mundo se despertaba con revoluciones y guerras. Donde estallaba una revolución, se encontraba Reed. Es por ello que su obra periodística -México insurgente y Diez días que estremecieron al mundo- es considerada capital para aquél que quiere seguir los pasos del reportero que muestra la realidad sin desprenderse de su compromiso político y con la verdad.
12.6.11
Fragilidad
La memoria es frágil. Es por ello que constantemente hay que recordar que el gobierno de Hugo Chávez es una extraña “dictadura”. Para la derecha no es extraña, por supuesto. Es una dictadura aunque no comprenda su significado, así como el de democracia. Los términos participativa y protagónica, como lo expresa la Carta Magna, le son abstractos. Ellos prefieren democracia a secas debido a que se parece más a su forma de ir al mercado porque entre elegir desde un jabón hasta un presidente no hay mayor diferencia. En otras palabras, la democracia es consumo.
A esta interpretación burda hay que añadirle sus miedos atávicos a las supuestas amenazas que sufren sus libertades, en especial la de propiedad y de expresión, que “casualmente” siempre van unidas. La respuesta a estos ataques furibundos es la entrega de propiedad, desde vehículos hasta computadoras Canaima, pasando por viviendas para los sectores de la población que han sido marginados y por aquellos que fueron estafados por el mercado especulativo.