15.9.02

La mujer de mi hermano es un exit

Jaime Bayly se presenta con su sonrisa habitual. Una mirada que entendemos es de sospecha, de ironía pero cuando nos extiende su mano para el saludo comprendemos que es de amabilidad. Su hablar es pausado mientras acomoda sus lentes o el cabello cuando se desperdiga en su frente. Maestro en el arte de hacer preguntas, responde con frases cortas para eludir el tema.

-Un escritor tiene que vivir donde mejor escriba y no dónde nació, que es más bien un accidente geográfico.

Así cerró el capítulo de por qué no escribía en Perú. De igual forma lo hizo con la pregunta sobre política, visto que los escritores peruanos –esto es una generalidad- y en especial Vallejo, Mariátegui y Vargas Llosa, cada uno, desde su posición ideológica, optaron por participar en política.

-No soy político porque soy escritor. Demasiado ha sufrido el Perú para que venga yo a flagelarlo.

Aunque le hubiera gustado ser un “embajador itinerante en Londres, Washington o cónsul vitalicio en Miami”. Tampoco se considera un intelectual porque escribe “desde la pasión, desde las entrañas”.

Si hubiera escrito Cien años de soledad no estuviera dando esta entrevista –confiesa y se sonríe-. "Viviera frente al Central Park en Nueva York."

Por lo pronto se siente conforme con lo que hasta ahora ha publicado: No se lo digas a nadie (Seix Barral, 1994), La noche es virgen (Anagrama, 1997, Premio Herralde), Yo amo a mi mami (Anagrama, 1999). Antes de La mujer de mi hermano (Planeta, 2002), publicó en internet Los amigos que perdí (Terra.com, 2000).

-Un escritor debe escribir hasta en la paredes. Es como una condena que uno tiene que cumplir y si la evades puedes sentirte sumamente infeliz.

-Qué opinión te merece la afirmación de Faulkner de que un buen escritor escribe cuentos y uno malo, escribe novelas.

-Escribir un buen cuento es más difícil que escribir una novela, de eso no tengo ninguna duda. Pero escribir una novela tampoco es nada fácil. Si bien coincido con Faulkner en esa apreciación, creo que es un juego literario. Más aún, porque viene de un de los grandes escritores de novelas.

-¿Todo lo que escribes lo publicas?

-No. Todo lo que he escrito no le he publicado. Cuando era joven escribí unos cuentos que nunca publiqué porque no pasaron el control de calidad.

-¿Lo has desechado?

-Si, lo he desechado.

-¿No queda ningún vestigio?

-Sólo en la memoria. Son cosas que pude haber escrito en otro momento de mi vida, no siempre desde la lucidez y eso está ahí. Tiene un valor sentimental pero no creo que tenga ninguno literario.

-¿Por qué el tema de un triángulo amoroso?

-La mujer de mi hermano es una historia de amor, más no es una historia rosa. Es más bien una reflexión sobre el daño que hace la mentira. Sobre la cobardía, el dolor, la infelicidad que suele ser la consecuencia de la represión, la negación de tus deseos, la duplicidad moral. Otras novelas mías, son escritas desde la trasgresión, la rebeldía, la afirmación de sus apetencias o deseos que muy oscuros o prohibidos que ellos sean. Sin embargo, en es una radiografía del armario de la represión, de las culpas. Yo creo que casi todo lo que ocurre en la novela, de la infelicidad de la que está impregnada la trama, es una consecuencia de las represiones que son formas de mentiras.

-¿Por qué Jaime Bayly tiene la necesidad de escribir sobre las represiones, las culpas y las mentiras?

-Porque está en mí. Son parte de mi sensibilidad, mis obsesiones y mis demonios. Uno no elige a sus demonios ni tampoco escogemos las obsesiones. Ellos más bien te asaltan desde la penumbra y te inquietan y te atormentan. Por eso uno escribe, ¿no?

-¿A qué tipo de lector va dirigido tu novela?

-Hombre, yo no escribo para un lector erudito, ni para los profesores universitarios, ni para los críticos académicos. Escribo para el gran público. A mi me gusta que me lea todo el mundo y sobre todo, me emociona que me digan “yo no leo y te leí”, “me atrapó”. Esencialmente me gustan las historias que estén contadas con sencillez y eficacia, y que puedan tocarte el corazón.

-¿A quién le temes más: a la crítica o a los lectores?

-Me temo más a mí. Si hay algo que todo escritor debe aprender es a importarle más su propia voz que la de los críticos, que es una voz muy respetable, y la de los lectores, que es al final de cuentas un monstruo de mil cabezas. Pero a la voz que debes serle fiel y a la que no debes desoír nunca es a tu propia voz.

-¿Pareciera que has hecho un corte con esta novela?

-Es un exit, un desvío en la autopista autobiográfica de mi literatura.

-¿Qué vendrá ahora?

-No tengo idea pero presiento que esta novela no es sólo un desvío pasajero sino una manera de encontrar otro camino.