6.12.02

Pepe Rodríguez a secas

Pepe Rodríguez es un autor que incomoda. Sus libros son una afrenta para quien va dirigido y, sin embargo, piensa él, no se dan por aludidos. He aquí algunos de sus títulos más polémicos: La vida sexual del clero (1995), Mentiras fundamentales de la Iglesia católica (1997) y Adicción a sectas (2000). Fue así como entró en el temible índice del Opus Dei. Aunque le causa gracia a Rodríguez, para quienes pertenezcan a esta organización, todo lo que él escriba -así sea un recetario de cocina- está prohibido comprarlo y mucho menos leerlo. Pepe Rodríguez está prohibido a secas.

Sus libros bien podrían considerarse meramente comercial por como reza cada uno de sus títulos, pero si algo tiene Pepe Rodríguez es el resaltar que detrás de cada uno de ellos existe una ardua investigación periodística. “Mis libros son un camino. En la medida que lo voy escribiendo, voy cambiando. En ellos puedes encontrar diferentes niveles de lectura, diversas ópticas para que él lector se forme su propia opinión.”

-¿Por qué una persona que tiene por nombre Pepe, que es un nombre tan católico, se mete tanto con la Iglesia?

-Algún día le haré un homenaje a ese hombre que es el más maltratado en la historia de la humanidad. Considerado un cretino al margen de la realidad. Y un judío y varón, no podía estar al margen de su familia. Tengo esa deuda con este hombre.

-¿Te sientes orgulloso y muy a gusto con el nombre de Pepe?

-Es que si alguien me llama por José, ni me doy por enterado. Para mí es cualquier otra persona. Yo me identifico con Pepe y estoy haciendo los trámites para que en mi pasaporte y en mis documentos legales aparezca él nombre con el que me siento identificado y no, José, como lo tengo hasta ahora.

-Si uno no conociera al autor, llegaría a creer que es un seudónimo donde están amparados un grupo de escritores. O como el caso de Isaac Asimov, que firmaba libros que otros escribían.

-Se que eso existe y me parece deleznable. Yo solo justifico que otros te ayuden en las investigaciones y que le aporten a uno, como escritor, resultados. Pero en mi caso no es así, porque escribo lo que me interesa y porque parten de una curiosidad extrema. Al querer entenderlo todo me pongo en un fregao (sic) porque si quiero comprender un comportamiento tengo que tener una base en sicología o en sociología para poder tener una idea clara de los tipos de conductas.

-Eso convierte a Pepe Rodríguez en un renacentista, que así como se era escritor, también la persona era químico, matemático, filólogo y astrónomo.

-En aquel tiempo era más sencillo, porque se podía saber casi todo, pero hoy, por más que quieras, te das cuentas que es imposible.

-La curiosidad extrema llevó, en esa época, a que una persona realizara estudios diversos.

-A mí en lo particular me gustan comprender tres o cuatro cosas. Por ello, mis libros están sumamente documentados y es por una sencilla razón: no me gusta quedarme en la superficie. A mí no me interesa el relato sino el haber comprendido el fondo del asunto.

-¿Para una persona reconocida es muy fácil conseguir las fuentes?

-No siempre. Muchas veces, más bien, se te cierran las puertas de adelante, pero uno siempre consigue entrar. Así sea por la de atrás. Siempre hay una puerta que se te abre.


El silencio de la Iglesia

-¿Pederastia en la Iglesia católica (2002) lo empezó a escribir a raíz de los escándalos con los sacerdotes en Estados Unidos de América?

-Realmente ya lo había tocado en mis libros anteriores y era una puerta que había dejado abierta. El hecho de que hayan aparecido recientemente en la prensa de Estados Unidos casos de pederastia no es nada nuevo. Ya existía con anterioridad sentencias judiciales a sacerdotes sobre estos delitos, pero la gran prensa no había querido mostrarlo a la luz pública. Y lo escribo porque eso sucede no solo en Estados Unidos. No vayamos a ilusionarnos que los pervertidos sólo existen en ese país. También hay casos en España, Francia, como en Venezuela o cualquier parte de América Latina. No nos creamos unos santos. Y esto sucede esencialmente porque existe una complicidad de la cúpula de la Iglesia que no quiere admitir que dentro de sus clérigos hay faltas graves, que afectan la dignidad del hombre y sobre todo del creyente, porque de quienes han abusado y violado, esencialmente, es a personas muy católicas que han depositado su confianza en su guía espiritual y que al traste, más bien es un delincuente, un corrupto.

-¿Ha logrado que los implicados en sus libros hayan cambiado?

-Definitivamente, no. Ellos son patológicamente prepotentes. Hagas lo que hagas y digas lo que digas, para ellos, uno está equivocado porque en ellos no hay posibilidad de equivocación. Especialmente para este Papa y por el prelado impuesto por él, que consideran que mis líneas son un pecado, una traición a los textos evangélicos. Pero a mí eso no me preocupa, sino mas bien el encubrimiento y la vista gorda que han hecho las cúpulas de la Iglesia sobre estos actos criminales.

-¿Quiénes son los que te han escuchado y han cambiado?

-Con el último libro, Morir es nada (2002), han cambiado quienes lo han leído. Es decir, aquellos que estando al borde de la muerte han comprendido que no es necesario tanta angustia ni drama por este hecho natural. Al final, todos morimos. Lo importante es prepararnos para este evento que nos llega a todos por igual. Pero no sólo debe preparase quien está esperando su turno, sino también quienes le acompañan.

-¿Y por qué esa necesidad de prepararse para la muerte?

-Porque sencillamente no hemos aprendido a vivir. Muestra de ello es que lo hemos desmejorado todo.

-Quién más lo ha escuchado.

-Los antropólogos y los sociólogos consideran que Dios nació mujer (1999) es un clásico. Los utilizan en sus clases como referencia obligada. Algunos se han preguntado más de una vez por qué a ellos no se le ocurrió tratar ese tema si era muy evidente. Y no es un tema metafísico, sino cultural. He investigado las culturas, el lenguaje, los mitos y ritos para entender la deidad y por qué se arrebata la visión de Diosa hace miles de años para ser reemplazado por la de un varón. También los psiquiatras utilizan como libro de texto para impartir sus clases Adicción a sectas y para comprender el complejo mundo de la adicción.

-Pero la Iglesia no te reconoce nada a pesar de las denuncias que escribes en tus libros.

-La Iglesia está muy lejos de reconocer muchas cosas que son evidentes. De hecho, quienes me han excomulgado no han leído ni una línea de mis libros. Pero cuando te hablo de la Iglesia, estoy haciendo referencia a sus líderes, a la elite, porque una buena parte de mis lectores son católicos, inclusive muchos sacerdotes han leído mis libros y me escriben para señalarme algunas consideraciones o para compartir información porque, en definitiva, yo no tengo una postura anticlerical sino que analizo lo que sucede en la Iglesia desde una postura externa pero con un gran conocimiento de lo interno.

-¿Qué ha logrado con esta postura crítica?

-Hasta el momento nadie se ha sentado a debatir conmigo para decirme que no tengo razón. Lamentablemente la cúpula de la Iglesia católica lo que ha hecho es actuar como una mafia para que mis libros no se conozcan pero por suerte no han tenido éxito.

-Y además, logró que un sacerdote le escriba el prólogo de Pederastia en la Iglesia católica.

-Cuando escribía el libro, supe de la honestidad del Padre mexicano Alberto Athié que fue desterrado de su comunidad por intentar que se diera a conocer al más importante de los pederastas de la Iglesia: el fundador de “Los legionarios de Cristo”. Ese individuo abusó de decenas de seminaristas hace muchos años y hoy sigue sin existir castigo gracias a la bendición del Papa.

15.9.02

La mujer de mi hermano es un exit

Jaime Bayly se presenta con su sonrisa habitual. Una mirada que entendemos es de sospecha, de ironía pero cuando nos extiende su mano para el saludo comprendemos que es de amabilidad. Su hablar es pausado mientras acomoda sus lentes o el cabello cuando se desperdiga en su frente. Maestro en el arte de hacer preguntas, responde con frases cortas para eludir el tema.

-Un escritor tiene que vivir donde mejor escriba y no dónde nació, que es más bien un accidente geográfico.

Así cerró el capítulo de por qué no escribía en Perú. De igual forma lo hizo con la pregunta sobre política, visto que los escritores peruanos –esto es una generalidad- y en especial Vallejo, Mariátegui y Vargas Llosa, cada uno, desde su posición ideológica, optaron por participar en política.

-No soy político porque soy escritor. Demasiado ha sufrido el Perú para que venga yo a flagelarlo.

Aunque le hubiera gustado ser un “embajador itinerante en Londres, Washington o cónsul vitalicio en Miami”. Tampoco se considera un intelectual porque escribe “desde la pasión, desde las entrañas”.

Si hubiera escrito Cien años de soledad no estuviera dando esta entrevista –confiesa y se sonríe-. "Viviera frente al Central Park en Nueva York."

Por lo pronto se siente conforme con lo que hasta ahora ha publicado: No se lo digas a nadie (Seix Barral, 1994), La noche es virgen (Anagrama, 1997, Premio Herralde), Yo amo a mi mami (Anagrama, 1999). Antes de La mujer de mi hermano (Planeta, 2002), publicó en internet Los amigos que perdí (Terra.com, 2000).

-Un escritor debe escribir hasta en la paredes. Es como una condena que uno tiene que cumplir y si la evades puedes sentirte sumamente infeliz.

-Qué opinión te merece la afirmación de Faulkner de que un buen escritor escribe cuentos y uno malo, escribe novelas.

-Escribir un buen cuento es más difícil que escribir una novela, de eso no tengo ninguna duda. Pero escribir una novela tampoco es nada fácil. Si bien coincido con Faulkner en esa apreciación, creo que es un juego literario. Más aún, porque viene de un de los grandes escritores de novelas.

-¿Todo lo que escribes lo publicas?

-No. Todo lo que he escrito no le he publicado. Cuando era joven escribí unos cuentos que nunca publiqué porque no pasaron el control de calidad.

-¿Lo has desechado?

-Si, lo he desechado.

-¿No queda ningún vestigio?

-Sólo en la memoria. Son cosas que pude haber escrito en otro momento de mi vida, no siempre desde la lucidez y eso está ahí. Tiene un valor sentimental pero no creo que tenga ninguno literario.

-¿Por qué el tema de un triángulo amoroso?

-La mujer de mi hermano es una historia de amor, más no es una historia rosa. Es más bien una reflexión sobre el daño que hace la mentira. Sobre la cobardía, el dolor, la infelicidad que suele ser la consecuencia de la represión, la negación de tus deseos, la duplicidad moral. Otras novelas mías, son escritas desde la trasgresión, la rebeldía, la afirmación de sus apetencias o deseos que muy oscuros o prohibidos que ellos sean. Sin embargo, en es una radiografía del armario de la represión, de las culpas. Yo creo que casi todo lo que ocurre en la novela, de la infelicidad de la que está impregnada la trama, es una consecuencia de las represiones que son formas de mentiras.

-¿Por qué Jaime Bayly tiene la necesidad de escribir sobre las represiones, las culpas y las mentiras?

-Porque está en mí. Son parte de mi sensibilidad, mis obsesiones y mis demonios. Uno no elige a sus demonios ni tampoco escogemos las obsesiones. Ellos más bien te asaltan desde la penumbra y te inquietan y te atormentan. Por eso uno escribe, ¿no?

-¿A qué tipo de lector va dirigido tu novela?

-Hombre, yo no escribo para un lector erudito, ni para los profesores universitarios, ni para los críticos académicos. Escribo para el gran público. A mi me gusta que me lea todo el mundo y sobre todo, me emociona que me digan “yo no leo y te leí”, “me atrapó”. Esencialmente me gustan las historias que estén contadas con sencillez y eficacia, y que puedan tocarte el corazón.

-¿A quién le temes más: a la crítica o a los lectores?

-Me temo más a mí. Si hay algo que todo escritor debe aprender es a importarle más su propia voz que la de los críticos, que es una voz muy respetable, y la de los lectores, que es al final de cuentas un monstruo de mil cabezas. Pero a la voz que debes serle fiel y a la que no debes desoír nunca es a tu propia voz.

-¿Pareciera que has hecho un corte con esta novela?

-Es un exit, un desvío en la autopista autobiográfica de mi literatura.

-¿Qué vendrá ahora?

-No tengo idea pero presiento que esta novela no es sólo un desvío pasajero sino una manera de encontrar otro camino.

29.8.02

No es un pecado que un libro sea divertido

Las novelas de Santiago Gamboa son como un road movie, sus personajes nunca descansan y andan de un lado para otro. Van desde un extremo el otro de la ciudad tras la pista de los autores de un brutal crimen (Perder es cuestión de método, Norma, 1997). Pueden estar en Bogotá como en una habitación en París pasando el frío hereje un invierno cualquiera haciendo historia de la historia de su vida y del país (Vida feliz de un joven llamado Esteban, Ediciones B, 2000). Todas sus novelas no son una porque cada una de ellas tiene una historia muy particular. En Los impostores (Planeta, 2002) los personajes, desde distintos lugares y continentes, deciden viajar al mismo lugar: China.

Gamboa debutó en las letras colombianas con su novela Páginas de vuelta (Norma, 1995) y fue considerado como una de las voces más innovadoras de la nueva narrativa. Hoy mira con distancia su primera novela por considerarla muy racional "sobre lo que una novela debe ser".

-Aunque allí hay historias, me vi influenciado por lo académico. Hay unos juegos en su composición que distan mucho de lo que posteriormente realicé y que me llevaron a concebirla desde el placer”.

-¿Cómo se salva Santiago Gamboa de escribir una literatura tediosa?

-A finales de los 70 existía la idea de que había dos mundos que estaban reñidos: las novelas de aventura y la de reflexión. Los que abogaban por la novela de reflexión, influenciados por las corrientes académicas francesa, decían que las de aventuras y de acción estaban a la altura de los libros de bestsellers. También suponían que en ellos no había ideas ni concepciones sobre el mundo, introspecciones muy profundas sobre el ser humano cuando realmente eso no es cierto porque existen autores magistrales que han abordado la novela de aventura, intriga y suspense como lo fueron Ernest Hemingway, Graham Greene, Joseph Conrad, donde sus libros son ligeros, entre comillas, en la medida que los personajes son llevados por acciones e intrigas pero al mismo tiempo plantean propuestas estéticas, ideas y reflexiones. Soy de los que cree que la literatura debe tener una historia y eso durante algún tiempo se perdió. Es por ello que vimos novelas intimistas, donde lo primordial era la reflexión, el discurso. Los personajes estaban absolutamente desdibujados y no pasaba absolutamente nada. Algunos querían representar las corrientes filosóficas o políticas que militaban pero se olvidaban que lo que hace una novela es que el lector se reconozca en ellas, en las historias. Es por ello que ahora no es un pecado que un libro sea divertido.

-¿Llegaste a esta conclusión porque estudiaste literatura?

- Conocer de literatura lo que puede ayudar es a refinar el gusto, a ser más exigente con lo que escribes, a conocer los elementos claves que conforman la novela de Kafka. Pero esto nada tiene que ver con escribir bien o mal las historias. Con el tiempo comprendí que había una especie de temperatura que exigen los personajes de una novela para que entren en complicidad el escritor y el lector. Esa complicidad es la pasión.

- En tu novela Perder es cuestión de método el detective Aristófanes Moya es una persona culta, ¿es cierto que los bogotanos son muy cultos?

- Hay una tipología humana en Bogotá que le da mucho valor a la cultura. Aún si no la tiene, pretende imitarla. Este personaje del detective lo que le da es una atmósfera humorística porque su sabiduría reside en las referencias populares, que pueden llegar a definiciones o discursos que tienen personas que han estudiado. Sus referencias son “como decía mi abuelo”, o frases rescatadas de la tradición oral, de las canciones populares, de los dichos que de algún modo explican la vida. Cuánta gente no te contradice algo basándose en una canción de Pedro Infante. Es similar a las referencias cultas si la miras desde muy cerca.

- ¿A qué se debe la predilección por escribir novela negra?

- A mi me gusta mucho la intriga. Literariamente es muy interesante porque genera una complicidad entre el autor y el lector porque llama a una parte de la persona que es la curiosidad. A través de ella, tu vas dejando pistas que el lector las va develando en la medida en que avanza con la lectura y eso te permite contar otras historias que el lector las va siguiendo con el mismo placer. Al lector hay que darle algo que siga leyendo porque de otro modo sería un acto de fe. El lector no tiene la culpa de que yo haya decido ser escritor.

- ¿Cuando escribes piensas en algún lector ideal?

- Cuando pienso en el lector ideal pienso en mí como lector porque cuando escribo una novela no tengo muy claro cómo va a ser. Es decir, tengo alguna noción de cómo voy a empezar, cómo continuar y hasta cómo sería el final, pero no sé exactamente la historia total. Cuando escribo comienzo un proceso de búsqueda porque no lo tengo todo en la cabeza. Y una vez que termino de escribirla yo soy el primer lector. Ese es un tipo de escritor, así escribo yo. Hay otros, como Luis Sepúlveda, que tiene toda la novela pensada, es decir, que primero hace el proceso de búsqueda sin escribir. El te cuenta toda su novela con una cerveza en la mano. Después se sienta a escribirla y en tres meses tiene el libro.


Gabo no pesa tanto

Santiago Gamboa media entre la literatura y el periodismo, como muchos escritores. Su más reciente novela, Los impostores, es el resultado de unas lecturas que realizó en China y de algunas anécdotas que surgieron en ese viaje para escribir un libro por encargo: Octubre en Pekín (Ediciones B, 2001). No es la primera vez que le sucede esto a un autor. Como dice Gamboa, “salvando las distancias, a Graham Greene le encomendaron que escribiera sobre México y lo mandaron para allá y publicó Camino sin ley. Posteriormente, como resultado de esa vivencia escribió la novela El poder y la gloria”.

El primer libro -si se quiere llamar- periodístico de Santiago Gamboa es Jaque mate (Norma, 1999). Gabriel García Márquez recomendó al general Rosso José Serrano Cadena para que Gamboa escribiera cómo fue que le ganó la partida a Gilberto Rodríguez Orejuela, “El Ajedrecista”, y a los carteles del narcotráfico en Colombia.

-La crónica y el reportaje, es una forma de literatura como dice García Márquez. Es por ello que me va muy bien andar entre esas aguas y sobre todo porque te ayuda a estar ejercitando el músculo de la escritura. Cuando me encomiendan escribir Jaque Mate para mi fue una experiencia muy particular porque conocí de algún modo lo que rodea a García Márquez, su estudio... Es el autor de por lo menos uno de los libros más importante de la literatura universal.

-¿Pesa mucho García Márquez sobre los escritores colombianos?

-En los escritores de mi generación no, porque nosotros cuando lo leímos, él ya era un clásico de la literatura. Sin embargo, los escritores de hace dos o tres décadas, sentían la respiración de García Márquez por encima del hombro cuando escribían. Era muy angustiante para ellos tener a ese enorme mundo, pesadísimo, casi total y tener que escribir otras historias compartiendo el mismo mundo. Imagínate el drama de algún escritor de Cartagena que vino después de García Márquez. Cuando leí Cien años de soledad, apenas tenía catorce años y de ahí a cuando empecé a escribir hay mucha distancia, por eso nunca me preocupó y nunca lo consideré un escritor contemporáneo. Aunque en literatura no es como el deporte que llegada una edad dejan sus marcas y se retiran para que vengan otros a superarlas. En literatura, el escritor escribe hasta el último momento de su vida.

-¿Pero en los escritores de tu generación no hay influencias de García Márquez?

-Indudablemente que las hay, pero no en la escritura sino como modelo de lo que es capaz de hacer un escritor. Hace poco estuve en Siria en un congreso sobre literatura y escritores sirios hablaban de la influencia que él había ejercido en su obra. Eso es un escritor que crea un mundo y es el ejemplo que hay que seguir de él.

-¿Hay que ser un impostor para hacer literatura?

-Es una forma de comprender el oficio de escribir. La impostura es la necesidad que puede sentir uno como creador de desdoblarse y exponer ideas y situaciones en otros personajes para que de laguna manera brillen más, sean más eficaces y para crear un mundo a partir de experiencias personales. Mario Vargas Llosa en su libro La verdad de las mentiras nos expone que la literatura se basa de alguna manera en algo que nosotros llamamos mentiras. Lo que sucede en los libros a nadie le preocupa si fue o no fue verdad. Y todo el mundo sospecha que no fue verdad. Pero como la literatura es un mundo paralelo, a través de las mentiras se llegan a verdades.

11.8.02

Libros es igual a desayunos

–Soy editor porque es lo único que se hacer –pronuncia estas palabras Leonardo Milla, presidente ejecutivo de Alfa Grupo Editorial, y lo dice como si fuera poca cosa e inmediatamente se ríe de sí mismo.

Bajo el sello de Alfadil Ediciones acaba de presentar la novela El complot de Israel Centeno y tres libros sobre el acontecer político nacional, cuya primera entrega versó sobre Chávez: La sociedad civil y el estamento militar; le siguió: Chávez y el movimiento sindical en Venezuela, y culmina con Chávez y los medios de comunicación social.

En su hablar no hay pretensiones de dictar cátedra sobre el mercado editorial aunque las reflexiones vienen dadas de su experiencia como librero, distribuidor y editor. Cada vez que va a hacer algún énfasis en la conversación, toma una bocanada de aliento y levanta las cejas:

-En épocas de crisis sobresalgo, en cambio, en la bonanza paso desapercibido. Eso me reconforta porque significa que uno a sido persistente como editor. Y si hoy estamos pasando por una época difícil, no es hora de lamentarnos. O por lo menos, ese no debe ser el papel de nosotros.

-¿Por qué publicar libros sobre Chávez si el mercado editorial está saturado sobre este tema?

-Lo importante es entender que el libro es el pensamiento y si lo publicamos en la medida en que se van dando los procesos, entonces el libro pasa a ser el ágora donde pueden confluir diferentes ópticas y sobrevivir a la discusión. Con el primer libro, La sociedad civil..., los libreros lo rechazaban porque asumían una posición personal. No querían saber más sobre el asunto y nos devolvían los paquetes sin abrirlos. Con el segundo libro, El movimiento sindical..., sucedió lo contrario. A raíz de éste, empezaron a buscar el primer libro porque se percataron que los lectores estaban tras la búsqueda de un análisis que trascienda lo que cotidianamente nos presentan los medios.

-¿El complot corrió con la misma suerte?

-Superó nuestras expectativas. Sobre todo porque el escritor venezolano no está muy bien visto dentro del mercado editorial. Hay un rechazo que salvo contadas excepciones logran superar esta barrera. Israel Centeno con la novela nos ha dado una grata sorpresa, no sólo en el ámbito comercial, también en el literario. Este es un libro que apenas al leer las primeras líneas, te das cuenta que estás atrapado en su lectura y de una sola sentada lo has terminado de leer. Cuando Centeno me lo presentó, no dudé ni un segundo. Era el libro que estaba esperando para publicarlo.


Libro = Desayuno

Milla a lo largo de la conversación muestra pasión y humor negro sobre los libros.

Hace apenas unos meses que su oficina y el depósito de sus libros sufrió el percance de un incendio. En la acera de enfrente viendo cómo la humareda se disipaba después del fuego pudo haber pensado que todo se había acabado. Pero no hay fuego que aplaque su condición innata para perseverar con los libros. Oficio que viene desarrollando desde que tenía 12 años. A esa temprana edad acompañaba todos los días a su padre a vender libros en la Plaza Libertad de Montevideo, Uruguay.

-Recuerdo que yo desayunaba con la venta del primer libro del día.

Mientras Leonardo Milla hacía sus pininos como buhonero, su padre se reunía a un costado de los tablones llenos de libros con intelectuales uruguayos. Así fue como conoció a Mario Benedetti y a Emir Rodríguez Monegal, entre otros. Dos años después, su padre abre una librería en Montevideo y seguidamente crea el sello Editorial Alfa, que vino a ser una de las más importantes en América Latina desde la década de los 50 hasta los 80.

-Mi padre era un excelente librero y un intelectual autodidacta. Mientras yo vendía libros, él hacía una revista donde colaboraban firmas de la talla de Albert Camus y Octavio Paz. A los 20 años de edad, ya era un competidor –interno- para mi padre y comenzamos a tener discrepancias en el manejo comercial de la librería. Como comprenderás, nunca tuve una bicicleta gracias a que él utilizaba todos los fondos para fines editoriales, donde el retorno del dinero es a largo plazo. Pero su visión de la cultura, de la sociedad y de la política me dejó marcado de por vida. Es muy difícil desligar las vivencias, el entorno y ser un editor que no le preocupe la realidad que nos acontece. Es por ello que hoy publicamos esencialmente ensayos sobre temas sociales y políticos, y por esa misma razón, hace años creamos el Premio Hogueras para periodistas.

Para Milla, en el negocio editorial “siempre tiene que haber un punto de equilibro” y esta la genera las ventas de los libros de autoayuda y de espiritualidad. “Los libros que he publicado de este género han sido concienzudamente estudiados y revisados. Es por ello que en nuestro catálogo no vas a ver un libro de autoayuda editado a la ligera o porque está de moda”.

-Y sobre Chávez ¿cuántos libros más va a publicar?

-Con esta trilogía cerramos el ciclo de Chávez.

18.7.02

La Constitución debe ser un libro erótico

Carlos Monsiváis entró al auditorio del Celarg como si se hubiera equivocado de sala. Si llegó hasta el escenario, no era porque el camino estaba claramente trazado, sino, más bien, porque los asistentes que estaban atrás de él, prácticamente lo llevaron a empujones. Las personas se apresuraban a sentarse y reservaban los puestos vecinos como si él les fuera a quitar el asiento.

Subió al podium con la cabeza gacha. Un escritorio gris estaba en el centro y una silla del mismo color combinaba con su traje y su cabello. Miró al auditorio sin poder ver a nadie. Extendió sus piernas y las cruzó como si estuviera en su casa. El auditorio estaba en total silencio.

Monsiváis develó lo que hasta ese momento era un misterio para el público: el tema de su discurso. Quienes organizaron el evento sabían que él arrastraría público, no sólo por sus reflexiones sobre literatura y cultura es reconocido, además de divertido; por declarar admiración al sub-comandante Marcos y a Gloria Trevi -en su momento-; por aparecer en un video clip de Luis Miguel o por las ironías que destila cuando habla sobre política y televisión. Sin embargo, existía el temor de que nadie viniera si decían que hablaría sobre la literatura mexicana. Triste dilema que nunca podrá dilucidarse.

-La demografía se ha ampliado pero se ha restringido la lectura gracias a que el imperio de los medios electrónicos sólo enseña el culto a la tecnología y al neoliberalismo. La penetración de la imagen electrónica ha hecho que abandonemos la fe individual, mientras que el pesimismo de los letrados, la devastación económica y la crisis política, están conformando una sociedad civil que paradójicamente anda en busca del autoritarismo.

Su discurso es un cóctel de aforismos. Critica a la literatura y al neoliberalismo al mismo tiempo y sin ningún pudor.

"Al neoliberalismo le interesa el encumbramiento de una minoría."

"Mucha de la poesía que se escribe ya estaba escrita."

"Existe un desprecio neoliberal por la humanidades."

"Ir al diccionario es exiliarse."

"Ser universitario es una limitación para conseguir empleo."

"¿Quién es el autor de la novela María de Jorge Isaacs?"


Y entre frase y frase, el público se ríe y hace silencio.


La vida como melodrama

La televisión es uno de los temas que no deja de abordar cuando habla de cultura, así esté hablando de literatura. En su hablar pausado podemos entender que entre la sociedad y la televisión se desconoce cuál es el espejo. “La sociedad de hoy carece de sentido de culpa frente a su amnesia: a nadie le duele no recordar a los famosos de la TV; tiene más información a su alcance y más ganas olvidarse de los hechos informativos; y es más tolerante, más abierta, más crítica y mucho menos segura de su porvenir inmediato”.

Monsiváis no duda de que es posible pasarse la vida sin leer. “No existe un sentimiento de culpa de los iletrados” gracias a que la televisión ha utilizado con eficacia persuasiva el discurso de folletín: el melodrama.

-La familia latinoamericana está normada por frases y gestos del melodrama televisivo. Es muy común escuchar: “Si te vas por esa puerta, olvídate que soy tu padre”. “O te acuestas conmigo o te acuso con mi madre”.

-¿Ud. consideraría que los políticos utilizan el lenguaje del melodrama para ser más eficaces a la hora de captar más adeptos?

-No sé si son eficaces, pero un presidente dijo en plena Asamblea: “Yo defenderé el peso como un perro”. Así como ningún presidente ha dejado de besar la Constitución en público o ante las cámaras de televisión. No hay dudas de que ese libro debe ser muy erótico. También hay quienes besan una cruz.


País riesgo literario

En tiempos de globalización todo intelectual que se preste, debe tener una posición sobre el asunto: “Hay que humanizarla”.

-Resistir es como retroceder a la era pre-tecnológica. Hay que ser global localmente.

El subdesarrollo sólo se ha evidenciado en Latinoamérica en lo económico porque en materia de literatura no hay señales de lo que padecen nuestros pueblos económica y socialmente. Más bien, hemos logrado no ser catalogados como un “país riesgo literario”, aunque los políticos y gobernantes cuando hablan pongan todo su empeño.

-Si Cantinflas no fue un modelo, sí fue un profeta de los tiempos por venir. ¿Quién es más cantinflesco, Cantinflas con: "Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos" o Alfonso Martínez Domínguez con: "El PRI llega a los lugares en donde la mano de Dios no ha puesto el pie".





MEZCAL MONSIVÁIS

El destino y el olvido
El destino del mexicano y del ruso y del venezolano y del australiano está marcado por el olvido, sin el olvido la humanidad sería un interminable servicio funerario donde todos nos la pasaríamos recordando a los que ya no están y a los que todavía no llegan.

Héroes y TV
De la Independencia y de la Revolución surgen los héroes nacionales pre-tecnológicos, a partir del imperio de la tecnología el heroísmo verdadero radica en la capacidad de los medios electrónicos, no en las personas. La TV no produce héroes ni heroínas, produce profusamente adornos de esa verdadera saña que es la posibilidad de aburrirse teniendo a disposición 50 canales.

Ídolos
Si alguna vez dije que "El Santo, El Enmascarado de Plata" es un ídolo es porque me gusta decir obviedades.

La Trevi
Admiré a Gloria como un fenómeno de juventud, de energía y de enorme desenfado. El proceso me mostró a una joven exactamente opuesto de lo que se había visto en los escenarios y los discos.

Gatos
La oportunidad de ver la belleza indolente en movimiento.

Filosofía y tacos
Un filósofo que come tacos es como un financiero que se gana la vida con el sudor de su frente.

Zapatistas
El Movimiento Zapatista ha ayudado a los indígenas a hacerle ver al país la monstruosidad del racismo que hemos padecido y que seguimos padeciendo. Desde el 10 de enero de 1994 el EZLN no ha disparado un tiro. Esa voluntad de paz me parece una contribución inestimable.

17.6.02

La imaginación es más peligrosa que la realidad

Alzar el vuelo (Primer intento)

Resumir la vida de un hombre es una tarea ardua. Es por ello que me resisto a decir que Tomás Eloy Martínez, el autor de El vuelo de la reina, Premio Alfaguara de novela 2002, nació en Tucumán, Argentina, en 1934, escribió libretos para el cine y la televisión. Si dijera eso, caería en la tentación de decir que fue crítico cinematográfico en el periódico La Nación e integró el equipo de dirección del semanario Primera Plana, antes de dirigir La Opinión Cultural y la revista Panorama y formó parte del equipo creador del diario Página 12. Todo esto lo hizo en Argentina, mientras que en Venezuela, donde vivió entre 1975 y 1983, fundó El Diario de Caracas e implantó el estilo del nuevo periodismo en este periódico. Actualmente es colaborador de El Nacional de Venezuela, El País de España y The New York Times de EEUU.

Hasta aquí, la vida ha quedado resumida en unas cuantas líneas y todavía no hemos contado las otras novelas que ha publicado: Sagrado (1969), La novela de Perón (1985), La mano del amo (1991) y Santa Evita (1995). También publicó un libro de relatos: Lugar común la muerte (1979) y otro de trabajos periodísticos: La pasión según Trelew (1974). Dejemos que corra su voz.

Levantar el vuelo (Segundo intento)

Mis inicios en la literatura comienzan a los 11 o 12 años. Vivía con mis padres en una casa en las montañas cerca de Tucumán. Todos los días íbamos a la ciudad en las mañanas porque allí quedaba la escuela, al mediodía almorzaba en casa de mi abuela con mis hermanas y en las tardes, alguien nos llevaba a casa.

Un buen día aparece un circo y le pido permiso a mi padre para ir y el me lo niega aludiendo que allí sólo dicen obscenidades. De todas maneras fui. Llegando a la carpa de telones raídos había gitanas que leían la mano, las cartas, gente que vendía bebidas que curaban todo tipo de mal incluyendo el reumatismo.

En la entrada del circo me sorprendió ver una chica que estaba en una écuyère. Era delgadísima y pálida. Vi la función de los perros, los malabaristas, un espectáculo de poca monta que, para un niño de esa edad, es toda una revelación. Al final del espectáculo, el dueño invita a los asistentes a la obra de teatro La tísica. En ese momento debí haberme marchado del circo para llegar a tiempo a la casa de mi abuela y no quedar al descubierto pero me quedé porque la protagonista era la muchacha delgada y pálida de la entrada de la que había quedado prendado.

Cuando terminó la obra era tardísimo y en casa todos estaban preocupados. No era para menos. Me habían buscado por todos lados, en los hospitales, en la policía. Mis padres me pusieron un castigo inmisericorde: cero cine y cero lectura de libros por un mes. Fue entonces cuando decidí escribir en relatos el rencor y lo injusto que eran conmigo. Sin embargo, el mundo de la ficción se me abrió gracias a que al lado de la casa de mi abuela vivía un anciano coleccionista de estampillas, con el que me encerraba todas las tardes a ver las imágenes del mundo atrapadas en esos ínfimos rectángulos.

En aquellos relatos, yo entraba caminando en el paisaje de una estampilla de correos -creo que era una estampilla de Guinea-. Ese simple acto de transmigración y de transfiguración me permitió viajar, o imaginar que viajaba, desde el paraje exótico donde desembarqué a todas las otras geografías. Me permitió entrar en la intimidad de infinitas casas, entender incontables dialectos sin saber ninguno, y compartir todas las felicidades y tragedias. En una de esas, mi madre se percata que estoy escribiendo y me pide para leerlo. Ella, que definitivamente es una mujer inteligente, lo confisca y me pide que le escriba un poema para ella, cosa que hice con agrado. Un tiempo después entendí que es más peligrosa la imaginación que la realidad.

Concursos al vuelo (tercer intento)

He concursado en pocas oportunidades porque no tengo suerte. La primera vez lo hice en Tucumán con poesía y gané algo así como si hoy fuera 15 mil dólares. Al año siguiente lo gané en narrativa. Hasta ahí todo iba bien con los concursos. Me fui a Buenos Aires y mis compañeros me auparon para que concursara con unos poemas que había seleccionado a un premio de una editorial prestigiosa. El jurado le dio el premio a otro libro aunque ellos consideraban que el mío era mejor en cuanto al oficio pero había un detalle que faltaba en el poemario: la pasión. Razón tan contundente que decidí no escribir más poesía. Hoy agradezco que no me hayan dado el premio. Ahora sólo escribo para consumo personal y por cuestiones de respeto, con el género y con los lectores, las engaveto.

Santa Evita concursó en el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos de 1996 y no tuvo suerte. Quien ganó, Angeles Mastretta, realmente no mereció ganarla con esa obra, con Mal de amores. No quiero decir que Santa Evita sea mejor que Mal de amores, no. Y mucho menos que sea un mal libro. Pero de toda la obra de Mastretta, este libro no era merecedor de este Premio.

Por esa razón decido no participar en concursos. Cuando terminé El vuelo de la reina se la entregué a mi agente literario para que la ofrezca a las editoriales pero a él le pareció que valía la pena presentarlo al Premio Alfaguara de novela 2002. Y así fue. Aunque el ganarlo fue una sorpresa, no me lo esperaba en modo alguno. En Argentina además se lo tomaron muy a pecho, porque dijeron que entre tantas malas noticias por fin recibían una buena.

El vuelo de la ficción y la realidad (cuarto intento)

La “Nota final” de El vuelo de la reina reza lo siguiente: “Todos los personajes y lugares de esta novela, aún los que parecen tomados de la realidad, corresponden al orden de la ficción. Leerlos de otro modo violentaría su naturaleza”. Generalmente estas notas se colocan al principio. Si Tomás Eloy Martínez hubiera seguido la costumbre de estos enunciados, el lector habría violentado la naturaleza de la novela o de la realidad. Aunque explique de lo que escribe:

“Las tres últimas novelas que he escrito, La mano del amo, Santa Evita y El vuelo de la reina, en tanto siguen sin resolver la identidad entre ficción y realidad, se mueven en el camino del medio, entendiendo el medio en el mismo sentido de Gilles Deleuze: como el lugar del movimiento, del pasaje, el punto de máxima velocidad, el imprevisto y vulnerable punto por donde las cosas empujan. ¿Medio entre qué y qué, podría preguntarse? Medio o línea del medio en la que todo cabe, todo vale: en la que el lenguaje se nutre hasta de aquello que la tradición podría considerar como escoria, como no literatura, mientras, a la vez, se afana en busca de un orden verbal, de una estructura capaz de descubrir la realidad como otra cosa: como una transfiguración o epifanía. De esa manera, el camino del medio no es la búsqueda de un promedio, de una conciliación entre contrarios sino, como diría Deleuze, es la fruición por el exceso.”

La duda vuela (quinto y último intento)

He sido periodista y creo seguirlo siendo porque todavía escribo artículos para periódicos. El periodismo no es algo que tú elijas. Ejerciendo este oficio aprendí a separar al escritor que puede escribir en los periódicos del que escribe novelas. La persona que escribe una cosa y la otra es la misma. El que hace periodismo piensa siempre en el lector, pero quien escribe literatura, si piensa en el público, está perdido.

En El vuelo de la reina todo es ficción. Al lector le planteo una duda que va recorriendo todo el libro. Está en él dar con las claves. Varios amigos, entre ellos García Márquez, quien fue el primero en leer la novela, me han planteado que la estructura de la novela les genera una incertidumbre constante o que del personaje G. M. Camargo sólo hay algunos indicios de su vida pasada y no hay detalles de su ascenso social. Si hubiera explicado al detalle cada uno de los cabos sueltos desde el principio no estuviera haciendo literatura sino periodismo.

En el periodismo no hay posibilidad de dudar, de inventar algo. Y sobre todo, no existe la ficción. Si sembramos una duda tratamos de responderla. Realizamos una investigación y corroboramos los datos. En la novela la ficción se impone y los hechos son voluntad del personaje. "Lo demás es silencio", como diría Shakespeare.

El vuelo del escritor (P. S.)

Me hubiera gustado escribir Don Quijote de La Mancha. Me encanta como Cervantes logró destilar la vida con este personaje. De escoger algún libro, sería este pero si quieres que te diga de algún contemporáneo, te puedo decir Los inconsolables, de Kanzo Ishiguro.