14.5.14

La palabra final


A finales de la década de los 70, mi padre creó una revista para denunciar las dictaduras militares latinoamericanas. Llegó a circular por el continente a pesar de estar prohibida y recibía cartas a granel. Por las tardes, después de regreso del colegio, revisaba maravillado las estampillas, que luego desprendía con agua tibia para no dañarlas. En poco tiempo me había convertido en un coleccionista, hasta que mi madre decidió vender la colección a un filatelista de la avenida Urdaneta para sacarnos de apuros económicos.

Aún recuerdo el brillo de los ojos de ella mientras veía al señor de la caja colocar un billete encima del otro, antes de que se los entregara. La plata recibida quizá rindió para una semana o un mes de mercado. Habría sido una ironía literaria si con esa misma plata hubiera comprado un libro que me atraía cada vez que pasaba frente a la vitrina de la librería. En la portada tenía una ilustración con forma de sobre de carta postal, bordeado de rectángulos inclinados en azul y rojo, intercalados. La estampilla era la cara del autor y el título estaba colocado en forma vertical sobre la figura de un hombre de espaldas, al que le sobresalían del brazo izquierdo unas cintas multicolores que simulaban la cola de un gallo.

Quizá fue con otro dinero que compré el primer libro que leí del Gabo, El coronel no tiene quien le escriba. Con este aprendí que las palabras no se escriben impunemente, puesto que influyó en un cuento que escribí para un concurso en el liceo que, a pesar de haberlo ganado, no fue leído en público porque había utilizado una “mala” palabra al final: “carajo”, cuando pudo ser “mierda”.

Raúl Cazal

ÉPALE CCS, No. 79. Año 02. Caracas, 11 de mayo de 2014, p. 13.

4.5.14

Realidades y certezas de García Márquez


El periodismo actual se maneja con las mismas claves de hace un siglo y las preguntas de los periodistas, generalmente, terminan siendo las mismas cuando se trata de entrevistar a un escritor –a la postre, periodista de oficio– tan entrevistado como lo fue Gabriel García Márquez. Es por ello que intentó, vanamente, evitar las entrevistas después de haber publicado Cien años de soledad.

Especialmente cuando le ofrecían la falsa promesa de hacerle una entrevista diferente a todas la anteriores que le habían realizado, no era más que la excusa vanidosa del reportero para tener una declaración exclusiva. “En dos de cada tres casos, el resultado es el mismo: no resulta una entrevista distinta, porque las preguntas son las de siempre. Incluso la última: ‘¿Quisiera decirme una pregunta que nunca le hayan hecho y quisiera contestar?’. La respuesta es siempre la más desoladora: ‘Ninguna”.

16.3.14

Continuidad de Julio Cortázar

por Raúl Cazal  


Julio Cortázar evitó por todos los medios que le hicieran homenajes. Ahora, los números redondos lo persiguen para celebrar su obra y su vida. El año pasado fue por los 50 años de la aparición de su novela Rayuela. Este 12 de febrero, se cumplió 30 años de algo que sus amigos y lectores nunca pensaron que podía suceder, su desaparición física. Y para cerrar el ciclo del tiempo que transcurre, el 26 de agosto se cumple 100 años de su natalicio.

23.1.14

La guerra económica

Cuando el presidente estadounidense Richard Nixon dio la orden al director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA , por sus siglas en inglés) de hacer “chirrear la economía” chilena cuando apenas comenzaba el gobierno de Salvador Allende, preparaba el golpe de Estado mientras conseguía a los militares que se prestaran para asestar la estabilidad y la democracia que había dado un giro con políticas sociales y soberanas.

La orden se reactivó desde el triunfo de la revolución bolivariana. Desde entonces, los ataques han sido constantes y comenzaron a ser evidentes cuando diputados de oposición entraron a la Asamblea Nacional y en señal de protesta quemaron la recién promulgada Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, en noviembre de 2001. Un mes después, la patronal Fedecámaras convocó a un paro empresarial. El uso de las cacerolas –como en Chile cuando Allende– y la movilización de civiles, el goteo de militares y la orquestación de los medios de comunicación privados consiguieron desestabilizar al país. Su punto culminante lo lograron el 11 de abril de 2002, al derrocar al presidente constitucional Hugo Chávez y establecer un gobierno dictatorial por tan sólo 48 horas.