23.8.11

Declaración de bienes de Andrés Arias

Hace casi dos décadas, en 1992, según reza el pie de imprenta, apareció Declaración de bienes, un poemario en donde Andrés Arias dejó algunas cuentas saldadas con la palabra y la poesía, con el amor y la muerte.
Arias nació en San Juan de los Morros, estado Guárico, en 1958, y buena parte de su vida residió en los Jardines de El Valle, Caracas. En la Universidad Central de Venezuela (UCV) estudió Sociología, en donde descubrió el hobby de ser tesista y la pasión por persistir en las “causas perdidas” cuando ciertos “intelectuales” gritaban a coro el “fin de la historia”.

Este 15 de agosto, cuando apenas estaba comenzado la noche, Andrés se fue sin despedirse. Es conocido que los poetas no se despiden y él tenía por costumbre ser el último en partir de cualquier reunión, mucho más si era quincena. Nunca había que claudicar ante la noche o el amanecer, o ante nosotros mismos.

2.8.11

Ricardo Piglia: El sueño de los neoliberales es la pesadilla de los pobres


por Raúl Cazal.


Saluda con una sonrisa e inmediatamente tiende la mano para estrecharla con efusividad. Así recibe Ricardo Piglia a quien va a su encuentro. A sólo horas de haber llegado a Caracas para ser protagonista de la ceremonia del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos –que este año le fue concedido a su obra Blanco nocturno–, también se conoció que en la Semana de la Novela Negra que se celebró a finales de julio en Gijón, España, le fue otorgado el Premio Hammett por esa misma novela. En 2010 ya había obtenido con ella el Premio de la Crítica de España.

–Eso me pone un poco incómodo –dice con gracia–. Un premio, dos, está bien; pero tres, es un exceso.

A los 16 años decidió ser escritor y emprendió la escritura de un diario en el que aparecen ya, dibujadas, partes de su futura narrativa. Recientemente publicó unos extractos en el suplemento Babelia, de El País, porque “quería romper un poco con ese mito de que los diarios eran algo secreto”. Sus novelas Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata quemada y Blanco nocturno –diversas y disímiles– se entrelazan por medio del personaje Emilio Renzi, que apareció por primera vez en cuentos de La invasión y Nombre falso.

Para Piglia es un gusto estampar dedicatorias a los lectores en las primeras páginas de sus libros. Se fija en los cuadros del artista plástico Rómulo Maccio que ilustran las portadas de las primeras ediciones y revela que, además de proseguir con su diario, está escribiendo un libro de cuentos que llamará Historias personales. Al terminar de firmar la nouvelle Prisión perpetua y los volúmenes de ensayo Crítica y ficción, Formas breves y El último lector, confiesa sin agotarse:

–He escrito demasiados libros, me parece.