5.12.08

Victorias y enmienda

A la salida de la estación del Metro de El Valle, al sur de Caracas, un grafitti reza lo siguiente: “este es un peo de clases”. De alguna manera esta frase que ya tenía tiempo pintada en la pared, a la luz de los resultados de las elecciones regionales que se realizaron en Venezuela el pasado 23 de noviembre, cobra un notable interés para la discusión de los partidos políticos y movimientos populares que impulsan la Revolución Bolivariana en este país.
El término lucha de clases, a raíz de la caída del muro de Berlín y del bloque soviético en Europa a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo XX, fue desterrado de su lenguaje por muchos pensadores y políticos que moderaron su visión política de izquierda o saltaron la talanquera –como vulgarmente se dice por estos lugares– seducidos por quienes profesaban el “fin de la historia” desde el Consenso de Washington.
Eran épocas donde la “tercera vía” parecía ser la panacea ideológica para desinfectarse de la dialéctica del materialismo histórico; pero en Venezuela, mientras las élites políticas trataban de entender la realidad del país, el pueblo despertó de un largo sueño de verano el 27 de febrero de 1989.
A partir del estallido social mejor conocido como “El Caracazo”, se desencadenó en Venezuela una serie de sucesos que gestaron la Revolución Bolivariana. Desde la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, la del 27 de noviembre de ese mismo año, hasta una crisis financiera con una inflación que llegó a superar los 100 puntos, se desembocó en una crisis general de la sociedad porque no existía una respuesta política.
Con este panorama apareció nuevamente Hugo Chávez, ahora como candidato presidencial, mientras los partidos políticos tradicionales se confabulaban para evitar desesperadamente su triunfo.