1. Los siete locos, de Roberto Arlt.
Al igual que la novela El juguete rabioso y los cuentos de El jorobadito, el lector disfrutará de las miserias humanas, como si se leyera a un Dostoievski argentino.
2. Jonás y la ballena rosada, de José Wolfango Montes.
Quien lea por primera vez este libro estará tentado a leerlo varias veces, y a mayor cantidad de lecturas, mayor será el nivel de cinismo que le proporcionará para defenderse de la cotidianidad.
3. Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi.
Porque mis viejos me enseñaron a vivir con dignidad.
4. A sus plantas rendido un león, de Osvaldo Soriano.
Definitivamente, es un libro que se añora.
5. Poesía vertical, de Roberto Juarroz.
Tomo prestadas las palabras de Guillermo Sucre: «Es una obra que parece no serlo».
6. Maluco, de Napoleón Baccino Ponce de León.
Siempre nos quejaremos de que le robaron el Premio Rómulo Gallegos 1991 al otorgárselo a Uslar Pietri por su novela La visita en el tiempo.
7. La música del azar, de Paul Auster.
Una vez que se empieza, no hay manera de dejarlo hasta llegar a la última página. Y cuando se llega a ella, uno no entiende por qué ha finalizado si estaba empezando otra buena historia.
8. Los demasiados libros, de Gabriel Zaid.
Iba a colocar en este renglón La seducción de la palabra de Alex Grijelmo, pero me decidí por el de Zaid porque cada vez que lo releo me confirma que, sobre los libros, tenemos muchos mitos.
9. Trópico de cáncer, de Henry Miller.
Una novela que sobrevivió a la lectura a pesar de la pésima traducción de Bruguera. Estaba traducida al españolete.
10. La oveja negra y otras fábulas, de Augusto Monterroso.
En este décimo pudo estar La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique, o Días y noches de amor y de guerra, de Eduardo Galeano.
En una lista restringida siempre quedan muchos escritores por fuera, en apariencia.
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